miércoles, 8 de julio de 2015

Pinon bewá:
canto del picaflor


“Ea shama ikashki
neska neska shamani”
(Canto shipibo).

Junto al lago insondable
que alzaba los pensamientos
de los hombres que volaron
para alcanzar las estrellas

hago sonar la quena antigua
sobre la rama más alta
de un árbol aéreo y oloroso
que se enraíza al silencio.

Me visto con la cushma
azul y dorada del colibrí;
mi vuelo se levanta ligero
para beber del néctar
del indestructible polen.

Por las corrientes invisibles
de los ríos celestes
asciendo al esférico jardín
de las flores giratorias.

Bajo el sol de medianoche
que alumbra los sueños
el resplandor se hace aroma
en una planta voladora.

Y de los arroyos claros
que riegan la huerta elevada
brotan cantos y perfumes
que alegres se derraman
sobre los corazones livianos.

Desde esa geografía visionaria
que alcanza el alma pura
me guía en mi regreso
un hilo de amor sincero.

Traigo el verbo que da vida,
que limpia las tristezas,
que purifica la retina
haciendo vibrar a las células.

Y esa voz que se expande
desde lo alto a la tierra
es una cascada saludable
que renueva la existencia
haciéndola radiante y fresca.
Raro bewa:
canto alegre


“Nokon Bari Papa
Noa nete menia.
Noa raro shama
Non papashokobo betan”
(Canto Shipibo)


Nuestro Padre Sol
nos brinda la luz del día

y un sol oculto en el silencio
ilumina nuestros sueños.

Siguiendo ese resplandor
que emana en la noche

volvemos al mundo nuevo
del tiempo sin cansancio.

Y junto a nuestros abuelos
sin preocupaciones navegamos

en una canoa decorada
con diseños geométricos

por un río ancho y sereno
que junta nuestros afectos.

Y sin hacer esfuerzo
cantando nos desplazamos

hasta alcanzar el bosque
donde viven los ancestros

en el inicio de las quebradas,
en los lagos cristalinos,

en la espesura húmeda
que persiste intacta.

¿De qué fuente emana
la sabiduría verde de las plantas

que por caminos extraños
aligera nuestras almas

para contemplar esos montes
con pupilas depuradas?

Es Dios quien ha soplado
su aliento en los vegetales

y a través de ellos viene,
desde el origen del afecto,

el reposo perfecto del silencio
hasta el corazón sereno,

y los cantos perfumados
que descienden del cielo

en las noches afortunadas
de fecundos encuentros.