viernes, 5 de diciembre de 2014



Los Inka que no mueren:
Hijos eternos del padre Sol



Por Inin Niwe
&
Chono Bensho



            Cuentan que en la antigüedad, los sabios Inka y los shipibos vivían muy cerca los unos de los otros. Y estos Inka transmitieron sus conocimientos y su fuerza espiritual a nuestros antepasados. Así aprendimos a vivir como seres humanos legítimos (joni kon). Y gracias al conocimiento que ellos nos trasmitieron, surgieron entre nosotros maestros espirituales de gran poder y conocimiento (Meraya), que sanaban enfermedades y luchaban contra la brujería y la maldad. Los Inka buenos les enseñaron a no ser mezquinos (yoashi), sino a compartir estos conocimientos con los hombres y mujeres humildes. ¿Quiénes fueron estos Inka de los que siempre nos contaban nuestros abuelos? ¿Fueron solos los reyes de un imperio que duró 300 o 400 años, como dicen los historiadores y los intelectuales wiracochas? Nosotros creemos que no es así, sino que eso dicen para desmerecer a nuestros antiguos y sabios gobernantes. O por que no los entienden. Los intelectuales ven todo según su propio punto de vista, limitado por la arrogancia de su ciencia. Y consideran que nuestras historias son cuentos infantiles.
Para nosotros, los Inkas son hijos del Padre Sol (Papa Bari), enviados a la tierra en tiempos muy antiguos para enseñar a los hombres y mujeres a vivir de manera legítima, siguiendo los principios luminosos que su Padre les transmitió por orden de Dios (Nete Ibo). Los gobernantes del Cuzco antiguo tomaron el nombre de Inka, que quiere decir señor de sabiduría luminosa, hijo del sol, y lo pusieron a sus gobernantes y a las familias sagradas, que en quechua se llaman panakakuna. Esos gobernantes fueron los que los españoles encontraron y derrotaron. Esos son los Inka históricos, de los que hablan los profesores en la escuela. Estos reyes Inka eran llamados waqchaqkuyaq, que en quechua quiere decir amante de los pobres, pues gobernaban con justicia y compasión, beneficiando sobre todo a los huérfanos, a las viudas, a los viejos, a los enfermos y a los desamparados. Enseñaban a los pueblos a ser laboriosos y vivir en paz. Esto lo hacían siguiendo el ejemplo de los Inka primeros, cuyo líder fue Manko Kapaq, quien fue enviado a la tierra en un tiempo indescifrable, cuando el mundo estaba formándose, para dar a conocer los principios vitales que debían practicar los humanos.
Cuando nuestros abuelos nos hablaban de los Inka, entonces, no nos contaban solo de los últimos gobernantes del Cuzco, sino que también lo hacían de los primeros sabios enviados a la tierra. Ellos son eternos y los conocemos como Inka que no mueren, que en shipibo se dice Inka keyoyosma. Estos Inka son los Dueños (Ibo) del gran mundo (ani nete), del mundo hermoso (metsa nete), del mundo perfumado (inin nete) del que viene la fuerza de nuestras plantas y la sabiduría que emana de nuestro territorio y de todas las geografías del antiguo Tawantinsuyo. El conocimiento de esos Inka es el tesoro invalorable del pueblo indígena, sabiduría que puede sanar la enfermedad de nuestro mundo. A pesar de la derrota de los antiguos y del avance de los extranjeros, esos Inka y sus pueblos de hombres y mujeres iniciados, persisten vivos. Ellos existen en una dimensión paralela a la nuestra, y son aún guardianes y rectores de nuestro pueblo, irradiando su sabiduría sobre quienes logren purificar sus corazones, aclarar su mente y elevar su espíritu (kaya keyatay) hasta las altas vibraciones medicinales. 
                Nuestros ancestros contaban que antes de la llegada de los Inka, los shipibos no sabíamos hacer nada. Y vivíamos en miseria y orfandad. No conocíamos el fuego, y por eso solo comíamos cosas crudas, como los animales de monte. No sabíamos hacer chacras. No conocíamos muchas de las plantas comestibles, como el dale-dale, la sachapapa, el camote, el maní, la yuca y el maíz. Los antiguos shipibos tampoco tenían canoas para navegar los ríos y los lagos; así que no podían visitarse unos a otros, como deben hacer los parientes. Nada entendíamos sobre las buenas maneras de convivir los unos con los otros, con respeto y colaboración mutua. Y, sobre todo, no teníamos los conocimientos de la medicina; por eso éramos débiles y cualquier pueblo de caníbales podía derrotarnos y alimentarse de nosotros. Fue gracias a las enseñanzas de los Inka que fuimos rescatados de nuestro sufrimiento.
 Más allá de lo que hayan podido comprobar los arqueólogos y los historiadores, nosotros sabemos que desde muy antiguo los Inka y los shipibos tenían relaciones. El Padre Sol mandó a sus hijos Inka a estas tierras para que vivamos según sus leyes y no sujetos a las tinieblas de la ignorancia y los deseos desordenados. Y los antiguos shipibos muy contentos recibieron a los Inka como legítimos hijos del Sol, sabiendo que sus enseñanzas eran provechosas y nos daban libertad. Cuando llegaron los Inka, los shipibos hicieron una gran fiesta tradicional (ani sheati). Para darles la bienvenida, los antiguos bailaron todos de la mano, cantando canciones (masha) que los Inka no conocían, vestidos con trajes que ellos jamás habían visto; y los Inka regalaron a los shipibos vestimentas y adornos que nuestros ancestros desconocían. Y así nos hicimos amigos y aprendimos de ellos grandes cosas, que nos llevaron a ser un pueblo digno, obediente de las leyes, trabajador y de gran conocimiento.    
                Como bien sabemos, el río era la carretera de los antiguos. Y no solo las personas navegaban por las aguas, sino que también viajaban sus costumbres, sus pensamientos, sus conocimientos y sus espíritus. Por el río Ucayali llegaban a nuestros antiguos los conocimientos Inka. Y es que bajando de la ciudad de Cuzco (ciudad sagrada con forma de Puma), se halla el valle del río Urubamba; en su trayecto descendente el río pasa a llamarse Wilkanota. Wilka quiere decir sagrado en quechua, y como tal tenían los antiguos Inka a ese río, que es uno de los principales afluentes del Ucayali, cuyas aguas dan vida y sostienen al pueblo shipibo-konibo. Siguiendo el curso de las aguas, de desplazaban también los grandes pensamientos (ani shina) de los Inka, que daban fuerza y sabiduría a los antiguos, convirtiéndonos en un pueblo de médicos sagrados. Pues los iniciados de pocas naciones en el mundo alcanzaron la alta vibración espiritual de los antiguos Meraya. Y aún hay algunos médicos actuales de nuestro pueblo (Onaya) que reciben esa sabiduría y fuerza. Los médicos que se preparan siguiendo las costumbres de los antiguos heredan el poder que fue transmitido a nuestros antepasados.  
Nosotros sabemos que después de la conquista y de las últimas guerras de resistencia, los Inka que no quisieron rendirse buscaron refugio. Viendo los sabios Inka la codicia que mostraban los extranjeros por el oro, como si tuvieran hambre de él y quisieran tragarlo, la mayor parte de los tesoros fueron escondidos. Algunos los depositaron en los lagos de las alturas andinas. Pero la mayoría los trajeron a la selva, que debido al calor y a la frondosidad del bosque, resultaba aterradora e inexpugnable para los extranjeros. Y no solo trajeron sus tesoros materiales, sino también su riqueza espiritual. Pues el verdadero oro de los antiguos Inka fue su gran conocimiento. En este mundo, todos sabemos que el oro brilla más que la plata; así mismo, el resplandor del conocimiento divino es más duradero y puro que el de las riquezas materiales, que corrompen y se pudren. 
La persona con conocimiento espiritual puede conocer el futuro, pues para el espíritu no existen las limitaciones del tiempo. Los sabios y videntes antiguos tenían sus métodos para consultar sobre los sucesos venideros y obtener un oráculo. Hacía mucho habían visto en sus sueños y visiones la llegada de los ejércitos conquistadores, con sus vestiduras de metal, sus balas que quemaban como el ají y tronaban como el rayo, y sus caballos y perros. Aunque había algunos militares y gobernantes que se negaban a creerlo, muchos de los médicos antiguos sabían que la caída del Tawantinsuyo era inevitable. Por eso, ya antes del enfrentamiento entre los hermanos Inka Waskar y Ataw Wallpa Inka, antes de la llegada de los barcos de Francisco Pizarro, se habían refugiado en la selva (que era conocida como Antisuyo en lengua quechua) algunos de los antiguos sabios y médicos de las otras regiones del Tawantinsuyo. Se hundieron en el verdor vertical siguiendo el lugar por donde sale el Padre Sol todas las mañanas. Sabían que la espesura de nuestro bosque los protegería y así podrían preservar sus conocimientos para las generaciones futuras, a la espera de tiempos más propicios.
Cuando el Inka Ataw Wallpa fue asesinado, y luego también cayeron las tropas de Manko Inka que resistían en Wilkapampa, los curas extirpadores empezaron a perseguir a los sabios. Pues los curas traían la Santa Biblia junto con los arcabuces y espadas. Los llamaban endemoniados, hijos del diablo, sacerdotes de Satanás. Y más y más de estos sabios fueron llegando a nuestra tierra roja, que en lengua quechua se llama Puka Allpa y en shipibo se dice Mai Joshin. Y todos los que llegaban lo hacían trayendo sus riquezas y su ciencia. Y, aunque muchos no lo crean, hasta hoy siguen viviendo sus espíritus en lugares secretos de la selva, custodiando sus tesoros e impartiendo sus conocimientos a los que dietan las plantas adecuadas.
Ellos se esconden para que nadie pueda encontrarlos. Cuando las personas pasan por su territorio, se convierten en piedra, y así nadie puede verlos, ni intuir siquiera que están vivos. Han construido templos subterráneos. Algunos son muy profundos, llegando a hundirse cinco pisos bajo tierra. O incluso más. Hay escaleras para bajar y por dentro tienen paredes de piedra finamente talladas, como las de los muros antiguos que hasta ahora pueden verse en Cuzco y Machu Pichu. En esos templos los Inka cuidan su oro; pero es un oro mucho más fino que el que se extrae hoy en día de las minas y de los ríos. Brilla con una intensidad enceguecedora.
Los espíritus Chaykonibo y los Inka tienen relaciones fluidas; siempre se visitan y se intercambian conocimientos. Los Inka regalan a los Chaykonibo collares y otros adornos (que, por supuesto, no son meros adornos, sino símbolos e instrumentos de poder espiritual). Y también los dietadores que logran la maestría medicinal son recibidos por ellos con todo honor y amistad, y les regalan piezas de oro. Ellos nos reciben porque somos indígenas y hemos tenido una relación con los Inka desde antiguo. Es así como estos Inka aun cumplen con la misión que el Padre Sol les encomendará desde el principio, transmitiendo a los médicos Onaya los conocimientos necesarios para curar enfermedades, combatir las fuerzas negativas y vivir bien, protegiendo y alimentado a sus familias. Gracias a ese poder espiritual el pueblo shipibo no ha desaparecido; aunque hemos sido arrinconados, reducidos, y sufrimos la expansión de la sociedad mestiza, seguimos siendo, hablando nuestra lengua y viviendo con nuestros parientes. Y cada vez son más las personas de otras regiones y países que buscan salud y respuestas en nuestra medicina. Los médicos shipibos debemos enseñarles a respetar nuestras plantas y la vida misma.
Pero no a cualquier shipibo de nuestros días van a darle la bienvenida, porque los Inka saben que ahora también hay shipibos mezquinos, burlones, irrespetuosos, corrompidos y codiciosos. Y saben que incluso hay algunos shipibos que no creen en ellos. La sociedad mestiza no deja de expandirse; sus ciudades crecen y crecen, afectando a nuestro pueblo en todos los niveles. Debido a la influencia de los misioneros, da desde tiempo de nuestros abuelos habían shipibos que despreciaban nuestra herencia medicinal y solo querían saber las cosas de los blancos. Por eso, a nuestro abuelo Ranin Bima, que era el médico más sabio de su tiempo, sus paisanos le temían y le decían brujo, aunque iban a él para curarse. Los Inka conocen que muchos de los que en la actualidad se hacen llamar médicos o maestros, son en verdad personas de poco conocimiento, con mucha negatividad y sin la correcta preparación, que dan de tomar ayawaska solo por negocio, sin saber curar con la fuerza de los cantos medicinales. Los Inka, como tienen habilidades y conocimientos extraordinarios, con solo ver a una persona saben cuáles son sus pensamientos, cómo es su corazón, qué intenciones tiene. A estos Inka no podemos engañarlos con bellas palabras ni falsas místicas. Ellos saben lo que cada quien guarda en la intimidad de su corazón.
Para llegar a los templos subterráneos de los Inka hay que tener poder, nuestro espíritu debe ser capaz de desplazarse con libertad y, sobretodo, es necesario un corazón puro. Las pruebas que han de pasarse son muchas y no son pocos los peligros del camino. Y hay que haber rechazado la maldad del mundo y los conocimientos del egoísmo. Pero al superar esas pruebas, se recibirán grandes beneficios. Quien llega a visitar un templo Inka, nunca se irá con las manos vacías, pues ellos practican la costumbre antigua de atender con esmero a sus huéspedes y despedirlos con algún regalo. Nadie llega a esos templos buscando algo para su provecho egoísta, porque los Inka no aceptan a los codiciosos; pero les gusta ayudar a personas humildes que, a pesar de no tener mucho dinero ni signo de riqueza externa, se sienten satisfechos con lo que tienen y no experimentan urgente necesidad de nada más. Por el contrario, saben compartir lo suyo y dar siempre una ayuda a los más necesitados. Una persona legítima comparte lo que tiene. Y por ello son dignos de ser recibidos por los Inka.
Nuestros ancestros seguían las leyes Inka; practicaban la templanza y la tranquilidad, la laboriosidad y la honestidad, la solidaridad y la prudencia. Así era, por ejemplo, nuestra madre Isa Biri. Ella siempre tenía un plato de comida y un vaso de masato para acercar a los visitantes. Limpiaba su casa y tenía todo ordenado. Todo el día le gustaba estar cultivando la tierra y se iba a acostar temprano, para despertar de madrugada y recibir al día trabajando. No conocía lo que era el chisme y hablar mal de los demás. A nosotros nos aconsejaba que vivamos bien, pensando en Dios y alejándonos de los vicios, sin buscar problemas y haciendo el bien a los demás. Nosotros guardamos sus palabras y ellas nos orientan en la vida. El tesoro de una persona que piensa de manera correcta (jakon shinaya joni) es saber que lo más importante es vivir bien con la familia y amarse los unos a los otros sin hacerse problemas, alegrar a Dios con nuestras acciones y tener paz interior. Cuando una persona escucha el consejo de los Inka, sabe cómo educar a sus hijos y saca su familia adelante.  
Cuando llegamos en espíritu a los templos Inka, vemos maravillas que cuestan creer y son difíciles de explicar. El lenguaje humano no basta para dar cuenta de las bellezas que llegamos a contemplar. Ellos nos muestran cómo se convierten en piedras para que no ser agredidos o amenazados por los corazones impuros de los conquistadores de nuestros días, gente improvisada e irrespetuosa que quiere apropiarse de nuestra herencia medicinal. Y podemos hablar con los Inka, y conversando con ellos nos transmitan sus grandes conocimientos.  Los Inka hablan en una lengua que no es quechua; al menos, no es el quechua que hablan ahora en la sierra. Si una persona que conoce el shipibo se concentra bien, puede entenderlos; pero no los comprenderá si anda pensando en otra cosa, sino que tiene que estar bien concentrado. En su mundo, los Inka tienen sus grandes casas de piedra y sus palacios, algunos cubiertos con oro. Ahí podemos verlos sentados, siempre tranquilos y bondadosos, con sus coronas reales, con sus grandes aretes en forma del sol, con sus brazaletes de oro, con sus varas doradas.  
Hay templos en los que solo encontramos a las doncellas elegidas para adorar a la luz con la que Dios dotó de vida al Padre Sol. La madre principal de esas mujeres es Mama Oqllo, hija del sol brotada de las espumas del lago Titikaka; esposa y hermana de Manko Kapaq, ella recibió la orden de su padre el Sol de enseñar a las mujeres las virtudes y labores femeninas. En el antiguo Tawantinsuyo, estos templos recibían el nombre quechua de Aqlla Wasi, que quiere decir casa de las escogidas. Se trata de mujeres vírgenes, de sangre Inka, dedicada al culto solar. Todas ellas son consideradas esposas del Sol. Como tal, son tenidas por mujeres sagradas. Si humano alguno tratara de tener relaciones sexuales con ellas, moriría; e incluso su descendencia quedaría maldita. Pero no conocemos de nadie que haya tratado de ultrajar y manchar a estas mujeres, puesto que a esos templos solo llegan personas que ya han mejorado su vida y alineado sus pensamientos con los principios solares. Y es que ese mundo Inka no está sujeto a la tiranía desordenada del deseo, como entre los humanos; viven respetando a todo ser y practicando el buen vivir.
Los médicos que llegan a ser recibidos en esos templos pueden bañarse en unas fuentes que hay en ellos y ser agasajados por esas mujeres espirituales, pero no osarán ir más allá. Con sus aguas perfumadas y con grandes plumas blancas, las mujeres escogidas limpian el cuerpo, el pensamiento y el espíritu de los iniciados que han transformado su vida y dejado atrás sus transgresiones y rebeldías. La persona es así purificada de todas las manchas que en ella quedaban a causa del pecado de su vida perdida. Hasta sus ojos, su boca y sus genitales tienen que ser limpiados, para así convertirse en una persona medicinal. La totalidad de su ser es medicina. Cuando llega a esos templos una persona que ya se ha purificado y vive tratando de cumplir con las leyes solares, solo se le lavan los pies, las manos y el rostro, para limpiar las impurezas inevitables de la vida en la tierra. En esos mundos hay unos ojos de agua, que en quechua se llaman pukio, que son como espejos; quien llega bañarse en ellos, obtiene mucha sabiduría, y sale transformado en un Inka, con la vestimenta propia de estos sabios. Y, aunque su apariencia exterior siga siendo austera y humilde, en el mundo espiritual es un Inka Rey; sus cantos medicinales tendrán la fuerza y el conocimiento de los Inka. Esta fuerza será puesta en beneficio de los pacientes que con ánimo de enmienda y sincero corazón busquen la salud integra de su ser. 
El principal oficio de estas mujeres sagradas, además de purificar a los iniciados, es hilar y tejer ropa muy fina y de gran poder. Estas prendas, consagradas al Sol, son en algunos casos donadas a los médicos de más alta vibración espiritual. Darlas a una persona que no tuviese el pensamiento poderoso y una pureza de corazón semejante a la de los Inka, sería un sacrilegio; por eso, algo así jamás sucederá. Y como esos trajes no pueden adquirirse con dinero, solo se consiguen viviendo en integridad y aprendiendo de las plantas. Muchos pueden decir que han visitado estos templos, recibido regalos, y que son legítimos herederos de los Inka, pero esto no es verdad; podemos asegurar que solo pocos han gozado de este privilegio, y que cada vez son menos. Los sacrificios voluntarios y esfuerzos conscientes que hay que pasar para llegar a esa alta consagración son muchos y demandan una vocación inquebrantable y valor. El aprendiz que desea llegar a estas alturas afortunadas del espíritu, debe seguir los caminos iniciáticos legados por los antiguos y recibir la guía de un maestro bien preparado.
Se equivocan los que dicen que los Inka creían que el Sol era Dios. Los Inka saben que el Sol está vivo (como todo lo que vemos en este mundo y en los otros, que tiene vida, lenguaje e inteligencia, solo que de una manera distinta a la nuestra; hay que oír y mirar con el corazón y el espíritu para darse cuenta). Y, como nosotros los shipibos, llaman Padre al Sol porque gracias a su luz y a su calor prospera la vida sobre la tierra. Por eso también dicen que la tierra es una madre (tita en shipibo), porque ella nos da con generosidad todo lo que necesitamos para vivir y alimenta al resto de seres vivos también. Las llamadas Pacha Mama son mujeres Inka que viven bajo la tierra insuflando su aliento a las plantas para que crezcan y nos den sus nutrientes y sabidurías. Las plantas crecen buscando la luz del sol; así, los humanos debemos crecer buscando la luz de la sabiduría Inka y las leyes de Dios. Pues estas leyes, que no son comprendidas por la rebeldía y vanidad de los grandes eruditos, vuelven sabias a las personas sencillas. Y enderezan sus caminos y los libran de todo peligro.
Dios puso al Sol en el cielo como recuerdo de su propio resplandor, y de su aliento que nos da vida. Y nos mandó a ser agradecidos con el Sol, así como con la luna y las estrellas, con la tierra y con las aguas, con los peces y las aves, con las plantas y los animales de tierra, pues todos ellos nos dan vida. Los caminos de los seres vivos no van separados, pues dependemos los unos de los otros. Por eso, cada ser vivo merece nuestro respeto. Los Inka respetan toda forma de vida. Y no adoran al sol y a las montañas, al rayo y a las estrellas, sino que conversan con ellos. Los Inka del Cuzco hacían ofrendas al sol (le daban sus hojas de coca y otras cositas como agradecimiento), pero conocían un Dios superior a todo, Dueño del mundo (que en shipibo llamamos Nete Ibo). Ese Gran Espíritu, origen de la vida, es conocido en lengua quechua como Pachakamaq, que quiere decir el que da vida al universo, el que sopla su aliento en todos los seres vivos.   
Nosotros sabemos que algún día los Inka saldrán de su refugio, y se mostrarán al mundo con toda su riqueza y sabiduría. Entonces, ellos volverán a gobernar al pueblo e instruirlo en la obediencia a Dios y a los principios solares. Porque nuestro país anda ahora perdido, precedido por la crueldad y el hurto, y su gente confundida y violenta. Los gobernantes son corruptos, mentirosos, engañan al pueblo para su propio beneficio egoísta. No quieren que el pueblo se eduque de forma adecuada. Quieren que vivamos como animales. Los políticos son aliados de los empresarios extranjeros, y juntos se están robando toda nuestra riqueza y destruyendo la selva. Y los propios dirigentes de nuestro pueblo indígena, alejados de las plantas medicinales y de los principios vitales legados por los Meraya y los Inka, se corrompen, desprecian a su pueblo, venden nuestro territorio, y piensan solo en sus intereses egoístas. Los indígenas vivimos borrachos y peleando. Las esposas engañan a los esposos; los esposos golpean a las esposas; los hijos no respetan a sus padres. Somos como el pueblo que sufrió el diluvio. Pero la persona de sabiduría sabe leer los signos de su tiempo y se prepara para afrontar lo adverso.
Los indígenas somos despreciados en nuestro propio país, a pesar de que somos los antiguos dueños de este territorio que compartimos con generosidad con los demás pueblos que lo habitan. El Sapa Inka Manko Kapaq, padre primero de nuestros pueblos, no soporta tanta injusticia, tanto dolor de sus hijos. Nunca se vio en su tiempo crueldad semejante. Sabemos que los Inka ya estaban, no hace mucho, a punto de salir para gobernar al pueblo, pero algo los hizo retroceder y volver a esconderse. ¿Habrá sido que vieron mucha maldad en el corazón de las personas y que nadie escucharía sus leyes, ni siquiera los propios indígenas? ¿Habrán visto que nosotros mismos los indígenas andábamos atontados por el alcohol y sin atender los consejos de los antiguos? Pero, a pesar de la confusión imperante, aún existimos médicos que nos elevamos hasta los Inka y mantenemos vivo el vínculo con ellos. Nuestras plegarias se seguirán alzando, para que el justo gobierno Inka transforme nuestro mundo con justicia y piedad.









miércoles, 12 de noviembre de 2014


Ensayo sobre los Chayconibo,

Dueños espirituales de la medicina shipiba/

Essay about the Chayconibo,

spiritual owners of the shipibo medicine

 

 

by

Inin Niwe

&

Chonon Bensho

 

The English version

follow the Spanish text

 

 

 

Los chayconibo:

Dueños de la medicina

 

 

 

                En los lugares impenetrables del bosque, alejados de los motores del progreso, viven los espíritus Chayconibo. Ellos son los legítimos Dueños (ibo) del mundo de la medicina visionaria (rao nete) del pueblo shipibo. Viven en una suerte de selva invisible, en una selva sutil escondida detrás de la selva densa y evidente. No podemos verlos con los ojos de nuestro cuerpo, aunque algunas historias cuentan que en la antigüedad, cuando los shipibos vivíamos diferente, más cercanos a la tierra y las plantas, y los mestizos no habían destruido la vida tranquila de nuestro bosques, algunas personas especiales, que dietaban ciertas plantas perfumadas y medicinales, lograban verlos y conversar con ellos estando despiertos. Pero hoy solo podemos conocerlos con los ojos del espíritu, en sueños y visiones.

                No cualquiera puede verlos. Para hacerlo, hay que vivir de manera correcta. Los Chayconibo desconocen el pecado. Quienes viven mal, teniendo relaciones sexuales con cualquiera, hablando mal de los demás, pensando solo en como sacar provecho para sí mismo de manera egoísta, son vistos por los Chayconibo como personas desagradables e inmundas. Nunca los dejarían acercarse a su mundo, ni profanarlo con su perversión. Estos espíritus medicinales no conocen el dinero, la maldad, los celos, ni las discusiones. El hombre y la mujer no pelean, ni los suegros con los yernos, ni los padres con los hijos. Todos se tratan con respeto y calma. Siempre se acuerdan de visitar a sus parientes. Y son muy generosos. No saben guardar algo solo para ellos o acumular, sino que todo lo comparten, sabiendo que Dios (Nete Ibo) les dará su alimento. Viven entre sí de manera perfecta. Así también vivíamos los humanos antiguamente, cuando el cielo estaba más cerca de la tierra y podíamos conversar con el sol y la luna, con las plantas y los espíritus. Pero perdimos esa dicha por nuestra desobediencia y ahora andamos perdidos, sin rumbo, como quien camina por el bosque sin poder orientarse y no encuentra la trocha para regresar a casa.

                Los Chayconibo son aquellos que nunca desobedecieron la voluntad del Gran Espíritu y por eso siguen viviendo la vida correcta que el Inka bueno (Jakon Inka) nos enseñó al principio. De los Inkas ya hablaré más adelante, pero por el momento es importante saber que los Inka son hijos del padre Sol (Papa Bari), y fueron enviados por Dios para enseñar a los antiguos shipibos como vivir de forma legítima. El Inka es como el jefe de los Chayconibo, y sería nuestro jefe si no lo hubiéramos desobedecido y tratado como a cualquiera, para vivir según nuestro propio pensamiento y capricho. Los Chaykonibo viven acoplados a la ley de la tierra y de sol, que es la ley luminosa de la palabra de Dios. Y Dios enseña lo mismo a los Chayconibo que enseña a los cristianos: que hay que amarlo por sobre todas las cosas, y amar al prójimo como a uno mismo, sin odios ni deseos de venganza. La única diferencia es que los Chayconibo, además de eso, son expertos conocedores de las plantas medicinales del bosque. Por eso nosotros no entendemos cuando los cristianos critican a las plantas y a nuestras costumbres medicinales. ¿Acaso no hay un solo Dios que ama a los hombres y mujeres de buena voluntad de todas las naciones? ¿Y no quiere Dios que usemos de las buenas plantas que Él nos dio para aliviar el sufrimiento humano? La fuerza de las plantas medicinales que nosotros utilizamos desde antiguos, ¿no viene del Espíritu?

                Los Chayconibo viven en la simpleza de nuestros antepasados. Y por eso de nada carecen, sino que Dios les da todo en abundancia. Son expertos en todas las cosas de la selva, cazando, pescando y cosechando. Ellos cuidan de algunas aves del monte, como la garza, como si fuesen sus gallinas. Y también hay quienes dicen que los jaguares y pumas son sus mascotas, y defienden su mundo para que no entre ningún intruso. Estos espíritus buenos viven en sitios alejados cerca a quebradas o lagunas de agua cristalina. Tienen abundante sachapapa y dale-dale, frutos que nosotros los indígenas amazónicos consideramos un manjar. Y no les faltan los pescados finos, como el paiche y la doncella. Nunca los vemos comiendo esos pescaditos que ahora nosotros tenemos que comer, porque cada vez hay menos peces en los lagos y los ríos de nuestra selva. Y nos sorprende mucho cuando los vemos remando en sus canoas: lo hacen con tanta técnica y agilidad, que avanzan más rápido que un deslizador con motor fuera de borda. Es así como por los ríos y lagunas pueden viajar en pocos minutos grandes distancias. ¿Qué es el tiempo y el espacio para los espíritus? Nosotros no sabemos si los Chayconibo mueren o son inmortales, pero nunca los hemos visto enfermos o velando a uno de ellos. Ellos no tienen arrugas en la piel; aunque a algunos los vemos como ancianos y a otros como jóvenes, en cierto sentido no parecen sentir el paso del tiempo. Son como seres atemporales.

                Los Chayconibo son nuestros parientes. Ellos también son shipibos, pero no sabemos hace cuánto que no cambian su modo de vida. Hablan en shipibo, por lo que podemos entenderlos; pero su manera de hablar es un poco distinta. No hacen como nosotros, que hablamos mezclado con castellano. Y sus palabras las pronuncian con ligeras diferencias. Tampoco comen sentados en mesas, sino que lo hacen en el suelo. Todas sus ollas, platos y vasijas son de barro. No utilizan cubiertos para comer. No conocen lo que es el tenedor. Sino que con sus mismas manos comen. Tampoco usan zapatos, sino que andan descalzos, ni tienen ropa interior. Los hombres se visten con sus cushmas (tari) y todas las mujeres se visten con falda (chitonti) y blusa (coton) tradicionales, incluso las más pequeñas; no son como las muchachas jóvenes de nuestras comunidades, que dicen que la blusa tradicional les da mucho calor y no se acostumbran, y les encanta vestirse como mestizas y usar maquillaje.

Nosotros vivimos muy presionados por el mundo moderno y el crecimiento de la sociedad mestiza. Tenemos muchas mezclas, que han cambiado nuestro modo de pensar y de sentir. Vivimos ya mezclados en una misma sangre los psiquibos, con los shibipos, los conibos, los shetebos, los cacataibos, los remo, los iskonahua, los lamistas, los cocamas y los mestizos propiamente, y hasta con los serranos y algunos blancos (wiracochas y kirinkos). Seguimos siendo shipibos, con nuestra lengua y los diseños kene, pero ya somos diferentes también, y nunca volveremos a ser como los de antes. No digo que esté mal ser así, solo que vivimos de una manera distinta. Y los Chayconibo, cuando vienen a vernos (pues siempre nos visitan y se acuerdan de nosotros, aunque no se mezclan con cualquiera) se sorprenden de cómo hemos cambiado y no nos entienden bien. Pero para nosotros es muy importante conectarnos con ellos, para no olvidarnos de nuestras raíces. Y porque ellos, en sueños y visiones, nos dan buenos consejos para vivir con rectitud y nos enseñan su medicina; nos transmiten su fuerza, que es la fuerza ancestral que nuestros antiguos conocían. Gracias a los Chayconibo nuestros abuelos eran personas de mucha sabiduría (ani shinanya) y pensamientos poderosos (koshi shina).

No todos los que se dicen médicos o maestros (onaya) pueden llegar a trabajar con los Chayconibo y aprender con ellos. Para hacerlo, primero, hay que iniciarse en la medicina de la manera antigua, dietando como hacían nuestros ancestros: sin sal, sin azúcar, sin aceite, sin jabón, sin sexo. No se trata de dietar unos cuántos meses, porque la medicina se demora en abrirse; hay que dietar años, soportando los sufrimientos, con paciencia, hasta que llegamos a verlos y aprender con ellos. Entonces, cuando la persona ya va avanzando en su aprendizaje y tiene un alto grado de iniciación, empieza a ver a los Chayconibo en sueños y en visiones. Y puede ver que ellos tienen sus casas en los árboles, y allí se va para aprender con ellos de las plantas medicinales y de los mundos espirituales de la selva. Ya cuando una persona avanza un poco más en la dieta y los Chayconibo ven que es buena gente, con pensamientos rectos, y que quiere aprender por las buenas razones, y ya se ha purificado y arreglado su vida, entonces un Chayconi le entrega a su hija por esposa. Entonces, ese Chayconi se convierte en su suegro y maestro, le trasmite su fuerza y su conocimiento; la esposa Chayconi asiste al médico humano en sus sesiones, para poder curar a los pacientes. Entonces, así como el médico es parte de una comunidad humana, también es parte de la comunidad de los Chayconibo. El médico vive entre ambos mundos, y en los dos tiene responsabilidades. Pero también de ambos mundos lo apoyan quienes lo quieren.

Los médicos que han dietado de manera estricta y con las plantas correctas, pueden llegar incluso a tener dos esposas Chayconibo. Ellas desconocen los celos y en ninguna manera rivalizarán con la mujer humana del médico; al contrario, la apoyarán y cuidarán amorosamente, como si fuese su hermana (Lo que parece un poco más peligroso, es cuando una muchacha soltera entre en amores con un varón Chayconi; en tales casos, el Chayconi sí puede mostrarse un tanto celoso, no queriendo que la joven tenga un marido humano). Las mujeres espirituales de un médico lo atenderán con esmero. Las mujeres y hombres Chayconibo son de gran belleza. Sus rasgos son finos y no tienen manchas o cicatrices en sus cuerpos. Esta belleza y perfección es reflejo de su pureza interior. Su piel es muy blanca, como cuentan de los antiguos shipibos, pues viven en el bosque y los rayos del sol nunca los quema.  

No todas las plantas que las personas dietan permiten acercarse a los Chayconibo. Hay plantas que tienen su lado bueno, pero más que todo tienen malos conocimientos, para ser brujos (yobe) o mágicos (buman). Esas son las plantas que conocen la mayoría de personas interesadas en las tradiciones visionarias de la selva amazónica. Y dicen que son buenas, pero se equivocan, o engañan a los que no saben. Pero hay plantas secretas y perfumadas que tienen mucha medicina y nos permiten entrar en contacto con el mundo de los Chayconibo. Estas son plantas rectas y perfectas. No admiten fallas. Si una persona quiebra la dieta de esas plantas, se volverá loco. El médico Onaya que ha dietado de manera legítima nunca más en su vida podrá comer chancho, ni ciertos pescados muy grasoso u olorosos, ni lagarto, ni ají. Y su comportamiento, por siempre, deberá ser el de un hombre generoso, cuyos conocimientos son para beneficiar a los demás y nunca para perjudicar. Por supuesto que sabrá defenderse de aquellos que quieren cerrar su mundo medicinal, pero nunca los atacará. Pues la persona que dieta esas plantas debe tratar de comportarse como lo hacen los Chayconibo, viviendo de una manera virtuosa y con pensamientos alegres y serenos.

Un médico así podrá abrir el mundo bueno (jakon nete) y grandioso (ani nete) de la medicina y trabajar con los Chayconibo, que son médicos de un alto grado de iniciación, conocidos como Merayas. Estos mundos se abren con los cantos medicinales (rao bewa), llamados ikaros por los curanderos mestizos. Los Chayconibo, como ya he dicho, no gustan de las personas egoístas, ni soberbias. Por eso, muchas veces los propios malos pensamientos de los pacientes cierran la acción medicinal del ikaro, y llega un momento en que si sus resistencias a la medicina no ceden, no se puede hacer nada por ellos. Y ahí es mejor decirle, “sabes que amigo, amiga, no podemos ayudarte, mejor búscate a otra persona”. Nosotros podemos querer ayudar a un paciente, pero hay veces que la propia persona no nos permite hacerlo. Si los Chayconibo no quieren ayudar a una persona, ellos no dices: “esta persona es mala, no la vamos a ayudar”. Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros? El médico no puede hacer nada por su propia voluntad o fuerza, sino que trabajamos en conjunto con los espíritus Dueños de la medicina. Para curar a una persona y usar la fuerza de las plantas, hay que pedirles permiso. Nosotros solo somos instrumentos de la medicina; no podemos caer en la ilusión de pensar que el poder nos pertenece.

Pero cuando un paciente es humilde, tiene buenos pensamientos y en verdad quiere sanarse, entonces los Chayconibo abren su mundo medicinal. Y ahí, en nuestras visiones, los espíritus medicinales aparecen bien alegres, en sus casas, con sus chacras ordenadas, y vestidos bien arreglados, como de fiesta, recibiendo con generosidad a los pacientes, atendiéndolos, curándolos. Es muy hermoso de ver, y nuestro corazón se emociona con tanta belleza. Muchas veces vemos que los pacientes son pintados con diseños kene. Y ahí podemos estar seguros de que tenemos la capacidad de ayudar a esa persona y que la curación tendrá éxito. Y ese mundo es tan hermoso (metsa nete) que hay veces que no nos provoca volver a nuestro mundo de conflicto, en el que nunca faltan los problemas. Si nos hemos comportado de forma legítima, como verdaderos humanos (joni kon), tal vez al morir iremos a vivir con ellos, sin sufrimiento, con alegría. Y desde ahí podremos guiar a nuestros descendientes para que este conocimiento, herencia de nuestros antiguos, nunca se pierda. Y gracias a nuestros consejos, nuestros nietos sabrán vivir con dignidad y sabiendo agradar a nuestro padre Dios (Papa Ibo).  

 

 

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The chayconibo:

Owners of the medicine

 

 

 

In the impenetrable forest, away from the engines of progress, live the Chayconibo spirits. They are the rightful Owners (Ibo) of the visionary medicine world (rao nete) of Shipibo people. They live in a sort of unseen jungle, jungle hidden behind the dense and obvious forest. We cannot see them with our body’s eyes, although some stories say that in ancient times, when the Shipibo lived differently, closer to the earth and plants, and mestizos had not destroyed the peaceful life of our forests, some special people (that where initiated with certain aromatic and medicinal plants), could see theme and talk to them while awake. But today we can only see them with our spiritual eyes, in dreams and visions.

Not everyone can see them. To do so, we must live correctly. The Chayconibo unknown sin. Those who live badly, having sex with anyone, speaking badly of others, thinking only of how to take advantage, are seen by Chayconibo as nasty and filthy people. They will never approach their world. These medicinal spirits have no money, malice, jealousy, or discussions. The men and women Chayconibo do not fight. They treated others with respect and calm. They always remember to visit relatives. And they are very generous. They do not save something only for them or accumulate, but share all what they have, knowing that God (Nete Ibo) give them their food. They live together perfectly. Formerly, when the sky was closer to the earth and humans could talk with the sun and moon, with plants and spirits, our ancestors used to live in the Chayconibo way. But we lost this good way of living because of our disobedience, and now we walk aimlessly, as one that walks through the woods without being able to orientate and find the trail to return home.

The Chayconibo are those who never disobeyed the will of the Great Spirit and therefore are still living the good life that the Inka showed us at the beginning. The Inka are sons of Sun Father (Pope Bari), and were sent by God to teach the ancient Shipibo how to live legitimately. The Inka are like the chiefs of the Chayconibo, and will still be our good ruler if we had not rebelled, for living by our own thought and whim. The Chaykonibo live according to the law of the land and the sun, which is the law of the light that comes from God's word. And the Creator teaches the same principles to the Chayconibo spirits that teaches Christians: that we must love him above all things and love our neighbor as ourself, without hatred or revenge. The only difference is that Chayconibo, besides, are experts on medicinal plants of the rainforest. So we do not understand when Christians criticize our medicinal plants and customs. Is not there one God who loves men and women of good will of all nations? And God does not want us to use good plant that He gave us to alleviate human suffering? The strength of the medicinal plants that we use from ancient, do not come from the Great Spirit?

The Chayconibo live in the simplicity of our forefathers. And they lack nothing; the Great Spirit gives them all in abundance. They are experts in all things of the forest, hunting, fishing and harvesting. They take care of some birds from the mountain, like the heron, as if they were chickens. Some people say that jaguars and pumas are their pets, and defend their world to keep out any intruders. These good spirits live in remote sites near streams or ponds of clear water. They have plenty sachapapa and dale-dale, fruits that we, native people from the rainforest, consider a delicacy. They eat the best fish of the amazon rivers. We never see them eating those little fishes that now we have to eat, because there are fewer fish left in the lakes and rivers of our forests. And we are surprised when we see the Chayconibo in their canoes: they row with such a good technique, that they move faster than a slider with outboard motor. In this way, they can travel great distances in few minutes. What is time and space for the spirits? We do not know if Chayconibo die or are immortal, but we never seen them sick. They have wrinkled skin; although we see some of them as elders and others as young people, in a sense they doesn’t seem to feel the passage of time. They are as timeless beings.

The Chayconibo are our relatives. They are also Shipibo, but we do not know for how long they do not change their lifestyle. They speak shipibo language, so we can understand; but their way of speaking is a little different. They do not speak like us, that mixed shipibo language with spanish. And they pronounced words  with slight differences. They do not eat sitting at tables; they do it on the ground. All their pots, plates and vases are made of clay. No use eating utensils. Do not know what a fork is. They eat with their own hands. They do not wear shoes, they go barefoot, and do not have underwear. The men are dressed in their tunics (tari) and all women wear traditional skirts (chitonti) and blouse (coton); they are not like the young girls in our communities, who say the traditional blouse gives hot, and love dressing up as mestizo girls, wearing makeup.

We live very pressured by the modern world and the growth of the mestizo society. We have many mixtures that have changed our way of thinking and feeling. In our genetic is mixed psiquibos nation with shibipos, the conibos with the shetebos, with cacataibos, with remo nation, with the iskonahua, the lamistas, the cocamas and the mestizos, and even with some white peolple. We remain shipibos, we keep our language and kene designs, but we are different than our elders, and things will never be as before. I’m not saying it's wrong to be so, just that we live in a different way. And when the Chayconibo come to see us (because they always visit us and remember us), they are surprised at how we have changed and they do not understand us well. For us it is very important to connect with them, to not forget our roots. Because they, in dreams and visions, give us advice to live righteously and teach us their medicine knowledge; they transmit us their strength, which is the ancestral strength that our ancients knew. Thanks to Chayconibo our grandparents were people of great wisdom (ani shinanya) and powerful thoughts (koshi shina).

Not all people that called themselves healers (Onaya) can get to work with the Chayconibo and learn from them. To do this, first, we must start in the medicine path following the old way, as our ancestors did, doing diets with rigour: no salt, no sugar, no oil, no soap, not sex. The medicine world opens its doors slowly; we must diet for years, enduring suffering patiently, until we came to see the Chayconibo and learn with them. Then, when the person have a high degree of initiation, will begin to see the Chayconibo in dreams and visions. He will be able to see that the Chayconibo have their tree houses, and will go there to learn from them about the medicinal plants and the spiritual worlds. Now, when a person goes deeper in the diet and the Cahyconibo see that he is a good person, with righteous thoughts, and wants to learn for the good reasons, and has been purified and has arranged his life, then a Chayconi delivered him his daughter in marriage. Then that Chayconi becomes his teacher, he transmits his strength and knowledge; Chayconi wife attends the medicine-man in its meetings, to cure patients. Then, as the traditional doctor is part of a human community, he is also part of the Chayconibo community. The doctor lives between two worlds, and in both he have responsibilities.  

Healers who have dieted strictly and with the right plants, may even have two Chayconibo wives. Chayconi woman do not know jealousy and in no way will rival the healer's human wife; on the contrary, they will support her and take care of her, as sisters do so (What is a little more dangerous, is when an unmarried girl gets into an affair with a male Chayconi; in such cases, the Chayconi itself may appear a bit jealous, not wanting the young girl get a husband). Spiritual women attend carefully their human husband. Women and men Chayconibo are beautiful. Their features are fine and have no blemishes or scars on their bodies. This beauty and perfection is a reflection of their inner purity. Their skin is very white, like ancient shipibo use to have, because they live in the forest and the sun never burns their bodies.

Not all plants that healers use for learning allow people to approach Chayconibo spirits. Some plants have their good side, but mostly have bad knowledge, for beings witches (yobe) or magicians (Buman). These are the plants that the majority of people know. And they say that are good plants for medicine, but they are wrong, or mislead the uninitiated. But there are secret and scented plants that have a lot of medicine in them and allow us to get in touch with the world of the Chayconibo. These are straight and perfect plants. Not admit fault. If a person breaks the diet of these plants, will turn crazy. The healer who has dieted in a legitimate way, will never in his life be able to eat pork, or certain very greasy or smelly fish or lizard, or chili. And he will always be a generous man, whose knowledge is to benefit others and never to harm. The person who diet these plants should try to behave as the Chayconibo, living virtuously, with happy thoughts and serene.

A medicine-man well trained, will be able to open the good and grandiose medicine world, and work with the Chayconibo, that are healers of a highly initiation, known as merayas. These worlds are opened with medicinal songs (rao bewa), called ikaros by mestizo healers. The Chayconibo, as I said, do not like selfish or arrogant people. So often the own evil thoughts of a patients could close the medical action of the chants; and there comes a time that, if the patients resistance to medicine do not give up, the healer cannot do anything for him. And in those cases is better to say, "You know my friend, I can’t help you, it will be better to get yourself another healer". We may want to help a patient, but sometimes the person himself does not allow us to do so. If the Chayconibo don’t want to help someone, they say us, "this person is bad, we are not going to help him”. So what can we do? The healler cannot do anything on his own will or strength; we work together with the spirits Owners of medicine. To cure a person and using the power of plants, we have to ask them permission. We are only instruments of the medicine; we not possess the power.

But when a patient is humble, has good thoughts and really want to get heal, then the Chayconibo open their medicinal world. And then, in our visions, the good spirits appear in their houses with their neat fields, well groomed and dressed, receiving generously our patients, treating them, healing them. It is very beautiful to see that and our heart is touched by so much beauty. We often see that patients are painted with designs kene. And then we can be sure that we have the ability to help that person and that healing will succeed. And this Chayconibo´s world is so beautiful (metsa nete) that sometimes we do not want to return to our world of conflict, in which there are always problems. If we have behaved lawfully, as real humans, perhaps when we die we will go to live with them, without suffering, in joy. And from that world we will lead our descendants and teach them this knowledge of our ancient heritage, so is never lost. And thanks to our advice, our grandchildren will know to live with dignity and knowing how to please our Father Creator (Papa Ibo).

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 30 de octubre de 2014

Los diseños kene / The kene designs




By Inin Niwe

& Chonon Benxo

 

First the text in spanish
next in english 

 

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Los diseños kene:

hilos que nos mantienen unidos

 

 

Nuestros mayores cuentan que antiguamente los shipibos no conocíamos los diseños kene. Sus  ropas eran tristes  y opacas. Algunos relatan que una mujer salió de su casa para caminar a la orilla  de un lago. Vio a lo lejos  una boa enorme (ronin) echada y sin movimiento. Se acercó hacia ella y observó que su piel estaba decorada con bellos diseños. La mujer regresó a su hogar  y bordó en sus faldas los dibujos geométricos que había visto en la boa. Las demás mujeres  se asombraron y empezaron a pintar esos diseños en sus faldas y en las cushmas (tari) de sus maridos, en sus telas e incluso en los horcones de sus casas.

Otro relato cuenta que los diseños kene pertenecían a los espíritus  acuáticos que viven en los lagos y ríos de nuestro territorio ancestral. Se dice que una mujer  vio a una sirena varada en una orilla  de un lago. Y esa sirena llevaba su cuerpo decorado con kene. Los antiguos se inspiraron en esos diseños para hacer los suyos propios. En ambos relatos se enseña que los primeros shipibos no conocían el kene, sino que el arte de hacer los diseños fue donado a los shipibos por seres de una naturaleza distinta a la humana. Así mismo, en las dos narraciones se afirma que el kene pertenecía en su origen a seres del agua.

Cuando uno pregunta a las mujeres shipibas cual es el significado del kene, muchas veces responden que los diseños simbolizan a los ríos y a lagos que navegamos en canoa. Para nosotros, estos ríos y lagos forman un mundo en sí mismo, que es conocido como el mundo del agua (jene nete), que se diferencia del mundo que habitamos los humanos (non nete). Ambos mundos se complementan entre sí. Nuestra vida es indesligable de los ríos, las lluvias y los lagos. Los cambios de caudal entre la estación seca y la de lluvia condicionan nuestra existencia. Incluso, hay comunidades ribereñas que se vuelven inhabitables cuando el caudal sube demasiado. Pero cuando las aguas se retiran, esos terrenos de bajial han recibido los nutrientes de las aguas y se vuelven espacios ideales para sembrar plantas alimenticias de rápida cosecha.

La nación shipiba, aunque también practicaba la caza del monte, es ante todo un pueblo pescador. El mundo del agua es fuente de nutrición, generosa matriz que prodiga los alimentos. Así mismo, una parte de las plantas medicinales que hemos usado desde antiguo crecen en los terrenos  bajos, cerca del río, y pueden sobrevivir tanto en la superficie como debajo del agua. Hay ciertas plantas medicinales de bajial que, cuando se las dieta para iniciarse en la medicina, permiten al médico tener la fuerza del agua y aprender sus conocimientos medicinales. Algunos cuentan que incluso el ayawaska (oni) era usado en un principio solo por los espíritus del agua, y fue de ellos que los humanos aprendimos a trabajar con esta planta que nos permite curar y obtener gran sabiduría. Nuestros abuelos nos enseñaron que en el mundo del agua viven espíritus poderosos: algunos de ellos son generosos médicos, que nos dan su conocimiento y colaboran con nosotros; otros son seres hostiles a los seres humanos y relacionados con la brujería.

El mundo del agua es de principal importancia para nuestro pueblo, tanto en el nivel material (pues garantiza nuestra sobrevivencia) como en el simbólico (pues el temperamento de nuestra cultura es indesligable del mundo del agua). Los antiguos no tenían carreteras; los ríos y lagos eran su camino para viajar. Antes de la llegada de los misioneros, los shipibos no vivían en comunidades; cada familia habitaba en su propio territorio, separado de los demás. Los parientes se visitaban entre sí navegando por los ríos. Por eso el kene, que dibuja estos ríos y lagos como un mapa geométrico, es símbolo que aquello que nos une, de los vínculos de afecto entre los parientes. El kene es la identidad íntima y amorosa del pueblo shipibo, aquello que nos mantiene unidos y nos hace conservar nuestra condición de indígenas, de humanos legítimos (joni kon), sin importar dónde vivamos. Gracias al kene, aun morando lejos de la comunidad, nuestros pensamientos se siguen vinculando con los parientes, con los ríos y lagos, con el poder medicinal de las plantas, con la sabiduría y la fuerza de nuestros ancestros. Los hilos del kene trazan el bordado que nos relaciona con el pasado; su fuerza medicinal nos hace vivir el presente de manera correcta y nos da sabiduría para afrontar los retos del futuro.

Algunas madres les dan a sus hijas recién nacidas gotas de una planta medicinal para que cuando crezcan lleguen a ser maestras del diseño. Es una planta que crece a la orilla de las aguas, cuya dieta es muy estricta; por eso solo pueden cumplirla los bebes recién nacidos que se alimentan de leche materna de forma exclusiva. También hay una planta medicinal, llamada en shipibo kene samban, con la cual las mujeres puedan mojar sus manos y luego empezar a dibujar; así perfeccionarán sus diseños y siguen aprendiendo. Algunas veces, las mujeres diseñadoras sueñan con antiguas maestras que les enseñan diseños que nadie más borda, o ven diseños antiguos en las faldas de sus antepasadas. Mediante los sueños podemos obtener grandes conocimientos y conversar con los espíritus. A los espíritus siempre los vemos muy adornados con kene. En los días de fiesta nosotros también nos vestimos bien arreglados, para tratar de parecernos en belleza y resplandor a los espíritus chaickonibo.

Cuando soñamos o en las visiones de ayawaska, vemos que todo lo que es medicinal y bueno aparece decorado con kene. Los cantos medicinales también trazan diseños kene que solo pueden ser vistos por nuestros sentidos espirituales. Cuando un paciente se va recuperar, vemos que se dibujan sobre su cuerpo estos diseños hermosos y saludables. Los diseños medicinales impregnan al paciente de su belleza, hermoseando su pensamiento y otorgándole fuerza. Así sabemos que ese paciente ha sido bienvenido por los espíritus dueños (ibo) de la medicina, que el mundo medicinal (jakon nete) se ha abierto y lo ha recibido. Los cantos medicinales podrán ayudarlo, sanándolo de sus males y dolencias. 

 

 

                                                                                      *** 

 
The kene designs:

threads that keep us together

 

 


Our elders say that at the beginning the Shipibo people did not know how to make their designs, which are called kene. Their clothes were sad and dull. Some tell that a woman left her home to walk to a lake shore. She saw in the distance a huge pitch and motionless boa (ronin). She walked over to her and noticed that her skin was decorated with beautiful designs. The woman returned home and embroidered in her skirts the geometric drawings that she had seen in the boa. The other women were amazed and began to paint these designs on their skirts and on the tunics (tari) of their husbands, and even in the posts of their houses.

Another story tells that kene designs belonged to the water spirits that live in the lakes and rivers of our ancestral territory. It is said that a woman saw a mermaid washed up on a lake  shore. And that siren carried her body decorated with kene. The ancients were inspired by these designs to make their own. Both stories taught that the first shipibos did not know the kene; the art of making designs was donated to the Shipibo by beings of a different nature. The two accounts stated that the kene originally belonged to the water spirits.

When you ask a shipibo women what is the meaning of the kene, they often respond that designs symbolize the rivers and lakes that we sailed by canoe. For us, these rivers and lakes form a world itself, which is known as the water world (jene nete), which differs from the human world we inhabit (non nete). Both worlds complement each other. Our life is inseparable from rivers, rain and lakes. In the rain forest, the flow changes between the dry season and the rainy season condition our existence. There are even coastal communities that become uninhabitable when the flow gets too high. But when the waters recede, these areas have received nutrients from the water and become ideal places to grow food plants of quick harvest.

The Shipibo nation practiced hunting in the forest, but is primarily a fishing culture. The world of water is a source of nutrition. Likewise, some of the medicinal plants that have been used since ancient times, grow on low ground near the river, and can survive both on the surface and underwater. There are certain of these herbs that are used for learning about the spiritual medicine and give us the force of water. Some say that even Ayawaska (oni) was used at first only by the water spirits, and it was from them that humans learned to use this plant that allows us to heal and get great wisdom. Our grandparents taught us that in the water world lives powerful spirits: some of them are generous doctors, that give us their knowledge and work with us; others are hostile to human beings and are associated with bad magic.

The water world is of primary importance to our people, both on the material level (it ensures our survival) and symbolic (as the temperament of our culture is inseparable from it). The ancients had no roads; rivers and lakes were the way to travel. Before the arrival of the missionaries, the Shipibo not live in communities; each family lived in their own territory, separate from others. The relatives visited each other navigating the rivers. So the kene designs, that draws these rivers and lakes as a geometric map, is a symbol of all that unites us, the bonds of affection that exist among relatives. The kene is the loving and  personal identity of Shipibo people, what keeps us together and makes us keep our indigenous status of legitimate human (joni kon), regardless of where we live. Thanks to kene, even if we live away from the community, our thoughts remain together with our relatives, with the rivers and lakes, with the strength of medicinal plants, with the wisdom and strength of our ancestors. The threads of the kene link us to the past; and its medicinal strength makes us live life correctly and gives us wisdom to face the challenges of the future.

Some mothers give their daughters newborn drops of a medicinal plant that allow theme to grow up as masters of design. It is a plant that grows at the edge of the water, whose diet rules (restrictions for incorporate its powers) are very strict; only newborn babies, that are fed only with breast milk, could fulfilled. There is also a medicinal plant called in shipibo kene samban; women can wet their hands with it and then start drawing, for learning more about the designs. Sometimes, women designers dream with old masters who teach theme designs that no one else embroider or antique designs that had been forgotten. Through dreams we can gain great knowledge from the spirits. In our dreams and visions, the spirits always see very ornate with kene. In our celebrations we also dress ourselves well groomed, trying to seem with the beauty and splendor of the chaickonibo spirits.

When we dream or in our visions, we see that all what is good and medicinal appears decorated with kene designs. Medicinal songs also plotted kene that can only be seen by our spiritual senses. When a patient is going to recover, we see that his body is cover by these beautiful designs of health. Medicinal designs pervade the patient of their beauty, beautifying his thinking and giving him force. So we know that the patient has been welcomed by the spirits owners (ibo) of medicine; the medical world (Jakon nete) has been opened for him and has received him. Medicinal songs will heal him

viernes, 3 de octubre de 2014

Nuestros abuelos (poema)

Nuestros Abuelos
Por Inin Niwe

A mi abuelo Francisco Agustín
y a la comunidad nativa de Santa Clara.


Sobre esta tierra roja
nuestros abuelos respiraron
la fuerza del aliento
que levanta el vuelo del águila
y da vida a los jaguares.

Se despertaban de madrugada
y en silencio caminaban
por los caminos alejados
para traer la pesca diaria
o cultivar con esmero la chacra.

Sus pensamientos infinitos
aún viven escondidos
en la corteza de los árboles
y en el sabor amargo
de la liana inagotable.

Se retiraban a las quebradas
y conversaban con el bosque;
bañándose con plantas perfumadas
y sometiéndose a rústicas abstinencias
llegaban a ser insuperables.

Sabían nombrar cada planta
y con la ternura del canto
convocaban a sus Dueños;
y los espíritus derramaban palabras
que curaban las tristezas.

Se hundían sin mojarse
en los lagos y los ríos
y en el fondo de las aguas,
navegando sobre una boa,
sus conocimientos se acrecentaban.

El picaflor les donó su vuelo
suspendido en el centro del cielo,
y hasta el sol se elevaban
para obtener la corona
de los Inkas inmortales.

¿En qué pueblo viven ahora
desde que se marcharon?
Nuestra mirada no los alcanza.
¿Se acuerdan de nosotros
y lloran por nuestra pobreza?

En sueños podemos verlos
con ropas bien diseñadas,
cuidando a sus garzas
y viajando en canoas
por territorios desconocidos.

Escuchamos su palabra antigua
como las montañas y las piedras
naciendo otra vez nueva
con el consejo necesario
para guiarnos en buena senda.

Ellos desconocen la envidia,
no discuten ni pelean;
unidos en un solo pensamiento
en el corazón de Dios

son hermanos de las estrellas.